¿Tienes hambre del Señor? ¿Estás sediento de Su presencia? ¿Quieres que Él entre en tu casa? El Señor no visita, Él habita. Y Su templo no tiene que ser el más esplendoroso como el que levantó Salomón, ni el más puro como el que edificó Moisés. No; Él busca un refugio como el que construyó David, que no tenía la estructura de los otros tabernáculos. No había un lugar santo, un lugar santísimo, no había cortinas ni velos; era un lugar donde los adoradores mantenían los cielos abiertos las 24 horas, los 365 días del año. Así que mantén la llama de adoración encendida en tu casa, elije al Señor por sobre todas la cosas cada día de tu vida... y tendrás un refugio para Su gloria.
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