“el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.
Filipenses 2:6-8 (Reina-Valera 1960)
En estos días que la humanidad sensibiliza un poco su corazón para volver sus ojos a Dios no podemos desaprovechar la oportunidad de proclamar a gran voz lo que Jesús hizo por todos nosotros.
Ayer mientras manejaba iba escuchando una hermosa alabanza y una frase me quedo grabada en mi mente y esa fue: “Siendo Rey moriste por mi”. En ese mismo instante reflexione sobre esa frase y me di cuenta las verdades que encierra.
¿Quiénes éramos nosotros?, personas que vagábamos en este mundo sin un sentido de vida, creyendo ser felices, creyendo ser sabios, creyendo que no necesitábamos de Dios, pero realmente no podíamos dudar que existía dentro de nuestro corazón un vacio inmenso, que nada, ni nadie podía llenar, ni la felicidad momentánea, ni los placeres de la vida, pero cuando nos encontramos con Dios, nos dimos cuenta que el llenaba exactamente la figura de ese vacío que existían en nuestra vida.
Antes, estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, andábamos en las corrientes de este mundo, dejados llevar por doquier, más un día todo cambio, un día nuestra mente comprendió el amor que Dios nos tenia, nuestro corazón se sensibilizo e invitamos a Jesús a entrar a nuestro corazón y le pedimos que perdonara nuestros pecados.
Y es que ahora nosotros podemos gozar de una vida nueva, esa vida que solo Jesús puede dar y una vida abundante, eterna y que se pago a precio de sangre, esa sangre derramada por el unigénito Hijo de Dios, quien viniendo a este mundo en forma de hombre, no escatimo a ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que en obediencia a su Padre y por amor a nosotros entrego su vida para que nosotros hoy en día podamos ser participes de una hermosa Salvación.
Siendo Rey murió por nosotros, siendo perfecto, sin pecado, siendo tentado en todo, mas no peco, al contrario vino a darnos cátedra de cómo vivir una vida santa delante de Dios. No merecía la muerte que se le dio, no merecía sufrir por nosotros, nunca se lo pedimos que lo hiciera, pero nuestra vida a pesar de no pedirlo, necesitaba que ese sacrificio fuera hecho, para poder encontrar una vida eterna.
Siendo Rey sufrió, fue humillado, maltratado, burlado, mas no abrió su boca y no dijo nada, cargo un cruz pesada para su muerte, una muerte de criminal, y El siendo tan perfecto, murió como uno de los mas imperfectos, llevando allí en esa cruz y crucificando allí mismo cada uno de nuestros pecados. Ese Rey exclamo: “Consumado es”, habiendo dado por terminado su trabajo en la cruz.
Siendo Rey no merecía morir, menos por esclavos, si, esclavos del pecado, más sin embargo lo hizo porque El no nos veía como éramos, sino como íbamos a llegar a ser, cuando El comenzara el proceso de transformación en nuestra vida.
Al tercer día ese Rey de reyes resucito, venciendo a la muerte y otorgándonos el privilegio a nosotros también de poder vencer a la muerte eterna a través de una vida eterna que El nos ofrece.
Siendo Rey estuvo dispuesto a morir por ti, ahora la pregunta que deberíamos de hacernos cada uno de nosotros es: ¿Qué estoy dispuesto a hacer yo por El?
En estos días y cada día del año debemos tener presente que el sacrificio de Cristo por nosotros fue el acto más bello que ha existido y juntamente con esa acción, hoy podemos obtener una ciudadanía celestial a través de Jesús, ¿Cómo?, dejando que El entre a nuestro corazón y gobierne nuestra vida.
La Biblia lo dice de esta manera:
“Pues si ustedes reconocen con su propia boca que Jesús es el Señor, y si creen de corazón que Dios lo resucitó, entonces se librarán del castigo que merecen. Pues si creemos de todo corazón, seremos aceptados por Dios; y si con nuestra boca reconocemos que Jesús es el Señor, Dios nos salvará”.
Romanos 10:9-10 (Traducción en lenguaje actual)
Siendo Rey murió por mí, ¿Estaría yo dispuesto a morir por El?
Autor: Enrique Monterroza
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